Nuestros ancestros debieron de desarrollar mecanismos de defensa frente a las situaciones climáticas extremas que soportaron durante la última glaciación que persistió durante cientos de miles de años. ¿Cómo no se les congelaban las extremidades a aquellos que habitaban el norte de Europa bajo tanto frío? Por muy bien que tuvieran protegidos los pies, las manos y la cara con pieles durante sus largas jornadas de caza sobre terrenos helados estaban ex- puestos a las congelaciones. Estudios recientes ponen de manifiesto que nuestros ancestros, en especial aquellos que habitaron regiones de clima especialmente frío del norte de Europa, tuvieron algunas ayudas adaptativas para sobrevivir a esas difíciles condiciones. No solo sir- vieron sus habilidades para cazar animales y confeccionar abrigos y botas con sus pieles; también algunas adaptaciones metabólicas vinieron en su ayuda.
Investigaciones recientes han explicado la capacidad que tienen algunos animales para sobrevivir al frío. Por ejemplo, la rana de la madera de Canadá permanece congelada entre la hojarasca del bosque hasta que llega la primavera y con el calor se descongela y vuelve a la vida. ¿Cómo consiguen este prodigio? Este batracio recurre a reducir la actividad de la hormona insulina, cuya misión es bajar la glucosa en la sangre, y aumentar la del glucagón, que hace crecer la glucosa en la sangre (y en los líquidos biológicos) más de tres veces por encima de su valor normal. Esta y el resto de los azúcares son capaces de bajar el punto de congelación de los líquidos en los que están disueltos: son anticongelantes naturales. Mediante este mecanismo hormonal y metabólico muchos animales que viven en climas fríos previenen los riesgos de congelación de sus tejidos: las altas cuotas de glucosa evitan que se formen las finas agujas de hielo que romperían las células y ocasionarían la muerte (necrosis) de los tejidos más expuestos al frío.
Esto se asocia a otra cuestión interesante que, aparentemente, no tiene nada que ver con el asunto que estamos tratando. ¿Por qué razón la prevalencia de diabetes tipo 1, la llamada juvenil o insulinodependiente porque estas personas carecen de insulina en su organismo, es tres veces más elevada en los países del norte de Europa que en el resto del continente o del mundo? ¿Por qué muchos de los casos de diabetes tipo 1 se inician durante los meses de invierno?
Un mecanismo parecido al de los animales adaptados a sobrevivir en climas fríos pudo estar operativo en nuestros ancestros, los que se asentaron en el norte de Europa que permaneció permanentemente cubierto de hielo durante los miles de años que duró el llamado Último Máximo Glacial. En aquella época la esperanza de vida era breve, casi no llegaba a los cuarenta años de edad, y la alimentación se basaba casi exclusivamente en la carne y el pescado, en unos muy escasos vegetales y en nada de alimentos dulces. En tales condiciones, una disminución de la insulina ocasionaba un aumento de la glucosa en la sangre y en los líquidos corporales. La hiperglucemia evitaba las congelaciones, sin causar grave daño a la salud. Pero con el aumento de la esperanza de vida y los cambios en la alimentación, la diabetes tipo 1 se ha convertido en una enfermedad grave que requiere tratamiento. Hoy día, la facilidad de disponer de inyecciones y de artilugios eficaces para administrar la insulina humana artificial, una adecuada alimentación y la práctica regular de ejercicio físico permiten controlar con eficacia este problema.
Al parecer, esta característica de reducir la insulina para que aumente la glucosa en respuesta a un frío intenso y así proteger frente a las congelaciones está asociada a algunas mutaciones genéticas. Un conjunto de variaciones del ADN que se heredan juntas (haplotipo), relacionado con el padecimiento de diabetes tipo 1 alcanza a entre un cuarenta y un cincuenta por ciento de la población de los países escandinavos y menos de un veinte por ciento en el resto de Europa. Solo hay una región en el sur de Europa en la que este haplotipo y la prevalencia de diabetes alcanza niveles escandinavos: Cerdeña. Una posibilidad, entre otras, es que eso se deba al asentamiento de vikingos, que durante sus correrías hacia el sur ocuparon esta isla hace mil años y transmitieron parte de sus genes de predisposición a la diabetes a los lugareños.
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